viernes, 17 de junio de 2011

35. ¿Podemos crear un lenguaje perfecto?


Los españoles creen que se entienden muy bien con los mexicanos, y éstos con los argentinos, pues a fin de cuentas, hablan el mismo lenguaje. Pero, a veces, algunas palabras son confusas. ‘Verga’, ‘bollo’, ‘pija’, ‘polla’ tienen en algunos lugares, como se sabe, un añadido semántico vulgar. De manera tal que, en ocasiones, ni siquiera es tan fácil que un español se entienda con un mexicano.

Esto revela que, si bien el lenguaje es un instrumento de comunicación óptimo, está muy lejos de ser perfecto. Ninguna de las lenguas que hoy existen está absolutamente libre de ambigüedades. Contrario a lo que se suele creer, incurrimos en estas ambigüedades casi a diario. Por ejemplo, cuando decimos, “Juan se bajó del caballo sin que se diera cuenta”, ¿quién no se dio cuenta? ¿Juan o el caballo? No es difícil comprender cómo los humoristas se han valido de estas ambigüedades para armar sus chistes.

Estas ambigüedades pueden hacernos reír. Pero, también pueden hacernos llorar. En vez de regocijarse por las imperfecciones del lenguaje, muchos filósofos se han lamentado de ello. Pues, quizás, muchos de los conflictos en el mundo se deben sencillamente a malentendidos entre las personas, los cuales proceden de la imperfección del lenguaje. A veces, por ejemplo, los políticos y militares tienen confrontaciones (a veces incluso armadas) respecto a qué significan las palabras ‘democracia’, ‘felicidad’, ‘guerra’, ‘tortura’, ‘socialismo’, etc. Quizás, si hubiese un lenguaje perfecto que erradicase las ambigüedades respecto a estas palabras, se conseguiría la paz mundial. Si se alcanza ese sueño, no sólo todos hablaríamos la misma lengua y podríamos comunicarnos, sino que, además, no habría lugar para las confusiones y los malentendidos.

Pero, ¿es alcanzable ese sueño? ¿Podemos crear un lenguaje perfecto? Quizás sí. El lenguaje que empleamos a diario, el lenguaje natural, (uno de los cuales estoy empleando en este momento para escribir estas líneas) no ha sido diseñado por nadie previamente. Sencillamente, el transcurrir histórico ha hecho que aparezcan algunas reglas, pero no han sido suficientemente bien diseñadas con antelación. En cambio, podríamos diseñar un lenguaje artificial que de antemano establezca reglas del lenguaje, de forma tal que se prevea que no haya espacio para las confusiones.

Así, se crearía un lenguaje con una estructura lógica que reflejara el mundo tal cual como es. Cuando surja alguna discusión (como por ejemplo, respecto a la ‘democracia’), sólo habría que deducir de dónde procede lógicamente esa palabra (en realidad, definirla como ‘gobierno del pueblo’ no es suficiente, pues queda sin precisar qué es ‘gobierno’, y qué es ‘pueblo’), y se lograría demostrar, como se hace en lógica y matemática, quién tiene la razón.

Este lenguaje artificial se formaría de la siguiente manera: se identificarían una serie de palabras que servirían como átomos que ya no pueden ser descompuestos. A partir de estas palabras atómicas, se combinarían lógicamente para formar nuevos conceptos. Nuestra lengua, por ejemplo, ya hace algo parecido. ‘Biología’ es una combinación de ‘bio’ (vida) y ‘logía’ (estudio). Pero, seguramente esas mismas palabras (‘vida’ y ‘estudio’) pueden ser aún más descompuestas hasta sus bases atómicas. Y, por supuesto, la mayor parte de las palabras prescinden de esas combinaciones lógicas. Es mucho más lógico hablar de ‘cronómetros’ (etimológicamente, ‘medidor del tiempo’) que de ‘relojes’, pero con todo, la gente prefiere usar la palabra ‘reloj’. Pues bien, el lenguaje perfecto se aseguraría de que todas las palabras se empleasen como combinación lógica de palabras atómicas.

En un inicio, este lenguaje perfecto sería preferiblemente escrito. Convendría mucho más emplear un sistema de escritura que representase conceptos directamente, en vez de sonidos; es decir, sería una escritura ideográfica (más parecida a la que emplean los chinos), y no propiamente fonética (el alfabeto que usamos). De ese modo, gente que habla distintas lenguas podría comunicarse mediante la escritura. Y, así, se buscarían símbolos sencillos para las palabras atómicas, y luego los combinaríamos para expresar los conceptos. Si lográremos ese objetivo, habremos alcanzado una lengua verdaderamente universal. Eventualmente, podríamos empezar a trasladar ese lenguaje perfecto, de la escritura al habla.

Los lenguajes con reglas perfectas serían fáciles de aprender, pues estarían diseñados con reglas lógicas que permitirían a una persona construir frases sin dificultad. No habría giros lingüísticos ni expresiones locales que deban aprenderse vivencialmente. Todo se derivaría de un gran algoritmo.

En el siglo XVII, algunos filósofos creyeron que un lenguaje así podría aprenderse en apenas un mes. Pero, probablemente todo esto sea una quimera. Construir (y, más aún, divulgar) un lenguaje artificial es muchísimo más difícil de lo que a primera vista resulta. Con todo, la informática depende en buena medida de estos lenguajes artificiales. Un error de ambigüedad en la programación de un ordenador puede resultar en terribles catástrofes. Por ello, damos órdenes a las máquinas en un lenguaje mucho más riguroso, pero también más limitado. En cambio, los humanos nos comunicamos entre nosotros con un lenguaje mucho más rico, pero mucho más confuso. Por ahora, seguiremos dudando qué quiso decir nuestro amigo cuando nos informó que “Juan bajó del caballo sin que se diera cuenta”.

2 comentarios:

  1. Hola a todos:
    Me ha gustado mucho tu artículo...
    Sin embargo, me permito añadir una breve opinión: creo que, a pesar de las muchas ambigüedades que encontramos en la comunicación entre las personas, resulta importante no olvidar que existen dos importantes problemas a considerar:
    1) Cada día son más las personas que prefieren "interpretar" a los demás, y olvidan o pasan de la semántica tradicional: prefieren creer que casi siempre se trata de ciertas implicaturas conversacionales(que anulan los signifacados normales o literales) que ellos son muy capaces de interpretar-entender. Este tipo de personas cada vez abunda mucho más, y parten de diversos presupuestos que no es el momento de describir.
    2) En este grupo coloco a los que no les interesa, casi nada, escuchar o hablar de temas que superen los tres minutos de duración. Lo malo de este grupo es que no te avisan cuando desconectan y siguen mirándote como si escuchasen o, de verdad, les importase el tema.

    Por tanto, y a sabiendas que habrá más razones,
    por mucho que se tuviese tal lenguaje perfecto, hasta que las personas no admitan y valoren la gran importancia de una comunicación más profunda y, realmente, intersubjetiva no creo que me valiese de mucho tener tal lenguaje a mi disposición.
    Recordando al filósofo ateniense, Aristóteles, cuando dijo que las afecciones del alma se vertían en pensamientos(pero se producían unas pérdidas de contenido); después, los pensamientos se vertían en palabras y, de nuevo, se producían unas pérdidas; y, por último, las palabras cuando se recogían en los escritos quedaban nuevamente mutiladas.
    Pues, ahora, unamos ambas situaciones: las pérdidas y la falta de interés por escucharnos, y la conclusión no deja de ser "un desastre comunicativo".
    un abrazo.

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  2. A que Rama de la filosofiapertenese este tema del que hablan gracias

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