viernes, 17 de diciembre de 2010

8. ¿Ocurren los milagros?




Un milagro es un acontecimiento que desafía las leyes de la naturaleza. Si bien es poco probable que un equipo de fútbol de secundaria venza por goleada a un equipo profesional, lo que conocemos sobre las leyes de la naturaleza (y, hemos de admitir, no conocemos todas las leyes de la naturaleza) permite que sí ocurra. Ahora bien, en ocasiones, se reportan sucesos que van en contra de lo establecido por las leyes de la naturaleza: un cuerpo muere y resucita a los tres días, un hombre camina sobre las aguas, una estatua religiosa se mueve para esquivar una bala, etc. Las leyes de la naturaleza presuponen una regularidad que no admite excepciones; cuando se reporta una excepción a una ley de la naturaleza, entonces estaríamos en presencia de un milagro. Bajo la presunción de quienes reportan estos eventos, Dios ha intervenido para alterar el curso natural de los acontecimientos. Y, eso, a diferencia de la derrota del equipo profesional de fútbol, sí es un milagro.
La cuestión fundamental está, no obstante, en determinar hasta qué punto debemos creer esas historias sobre milagros. Debemos empezar por admitir que los milagros son al menos lógicamente posibles. Que un cadáver regrese a la vida es físicamente imposible (dado lo que conocemos sobre las leyes de la naturaleza que rigen la descomposición de los cadáveres), pero no lógicamente imposible. Podemos al menos imaginarlo, y si Dios existe y es omnipotente, entonces está en su poder resucitar los cuerpos. Pero, aun si es posible que los milagros ocurran, pareciera que nunca tenemos justificación racional para creer que ocurren.
Las noticias sobre milagros siempre provienen del testimonio de algún testigo. Si la evidencia para el milagro no proviniese del testimonio de alguien, sino que estuviese disponible para que todos lo vean y sería un hecho repetible susceptible de verificación, entonces ya no sería propiamente un milagro y, en todo caso, pasaría a ser una nueva ley de la naturaleza. Ahora bien, la veracidad del testimonio siempre será más improbable que su falsedad.
La evolución respecto a la veracidad de los milagros es análoga a una audiencia en la que nosotros somos el jurado. De una parte, está la persona que alega que el milagro ocurrió; de la otra, está la persona que el testimonio sobre el milagro es falso, bien sea por un fraude deliberado, o por una simple equivocación. Supongamos que ambas personas son íntegras, y no se les conoce como mentirosos o enfermos mentales. ¿A quién deberíamos creer? Lo racional es creer a quien alega que el testimonio es falso, por una razón muy sencilla: en igualdad de condiciones, ambas personas parecerían tener la misma credibilidad. En función de eso, habría que recurrir a la fuerza de la experiencia para determinar cuál de los dos testimonios es el más confiable. La persona que alega que el milagro ocurrió no tiene el respaldo de la experiencia a su favor. Pues, esa misma persona está alegando un evento que, bajo su misma confesión, no ha ocurrido antes (por eso es un milagro); en otras palabras, no tiene antecedentes a su favor.
Por otra parte, la persona que alega que el testimonio sobre el milagro es falso, sí tiene el respaldo de la evidencia a su favor. Pues, así como no hay experiencia previa de eventos milagrosos, sí hay experiencia previa de falsos testimonios. Por ende, el falso testimonio siempre será más probable que el hecho milagroso.
Frente a un testimonio sobre un milagro, vale preguntarse: ¿es más probable que un evento violó las leyes de la naturaleza, o que se está dando un falso testimonio al respecto? La razón inclina la balanza hacia la segunda opción. Pues, la probabilidad es calculada en función de experiencias pasadas. Anteriormente, nunca se ha visto a un cadáver regresar a la vida, pero sí se ha escuchado a personas ofrecer falsos testimonios, sean deliberados o no. Por ende, siempre será más probable el falso testimonio.
Con todo, en algunas ocasiones, esta manera de razonar puede conducirnos a conclusiones que resultan ser falsas. Por ejemplo, imaginemos una tribu indígena que vive en una región tropical sin acceso a la electricidad, y por ende, nunca han conocido el hielo. Supongamos que un miembro de la tribu viaja a una región fría y montañosa y observa por primera vez el hielo; a su regreso, ofrece testimonio a sus compañeros sobre su encuentro con el hielo. ¿Tendrían sus compañeros justificación para creerle?
Debemos estar preparados a admitir que, en esas circunstancias, los indígenas no tendrían justificación para aceptar el testimonio de su compañero. Hasta ese momento, los indígenas sólo han tenido experiencia del agua en su estado líquido, y por ende, debe resultarles más probable que su compañero miente. Pero, aun si, en efecto, el hielo existe, los indígenas tendrían una justificación racional para no creer que el hielo existe. Ése es el precio a pagar en la actitud de desconfianza frente a los relatos sobre eventos milagrosos. Los indígenas debieron no haber creído a su compañero, aun si luego resultaba evidente que éste decía la verdad. Sólo tras la acumulación de muchos testimonios como los de su compañero, los indígenas podrán tener una justificación racional para cambiar de opinión respecto al funcionamiento del mundo.

2 comentarios:

  1. Hola, a mi me ocurrían más algunos milagros antes, pero hace tiempo que muy poco, creo que porque me he enfríado mucho mi sensibilidad. Hay quienes llaman milagro a una interrupción de las leyes de la naturaleza, pero esa es una definición como muy seria; es preferible creo, considerar milagro cualquier cosa extraordinaria o casualidad insólita que nos suceda. Así seremos capaces de ver cada día una pila de milagros frente a nosotros.Por ejemplo, antes de las vacaciones de agosto a un señor en El Vigía lo iba a asaltar un ladrón y cuando ya le iba a disparar, el arma se le enguañangó, o sea, se le encasquilló, y no pudo dispararle, y dijo un montón de groserías, pero el señor robado aprovechó para correr y salvó la vida. Milagro venezolano. Todavía da las gracias por haber salvado la vida. Eso es extraordinario. No que el arma se trabara, sino que el señor fuera tan agradecido.

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  2. Yo no creo que podamos llamar "milagro" a cualquier casualidad que va en contra de las probabilidades. Eso trivializaría la misma noción de "milagro".

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