lunes, 3 de enero de 2011

26. ¿Cuáles son las mejores explicaciones?




En una época plagada de guerras, la llegada del hombre a la luna fue un evento esperanzador. Desde hacía siglos, la humanidad había cultivado el deseo de explorar ese satélite que brilla todas las noches, y después de una monumental empresa, finalmente lo logró. Ese evento fue, además, masivamente televisado. Millones de familias en todo el mundo apreciaban en transmisión en vivo cómo la humanidad pisaba por primera vez la luna.

Pero, la llegada del hombre a la luna ocurrió en un contexto político muy particular. Los EE.UU. y la Unión Soviética estaban protagonizando el inicio de una rivalidad por la exploración espacial, la cual era a su vez un corolario de una carrera armamentística. En una rivalidad como ésta, las artimañas propagandísticas resultan ser ventajosas. Por ello, algunas personas piensan que el hombre nunca llegó a la luna, sino que se trató de un montaje un estudio de televisión. Bajo esta hipótesis, la NASA (la agencia de exploración espacial norteamericana) habría orquestado un gigantesco fraude, en el cual habría participado un alto número de cómplices, inclusive al punto de engañar a los soviéticos.

Así, frente a la aparente llegada del hombre a la luna, podemos contemplar dos hipótesis. En primer lugar, tenemos la hipótesis de que la transmisión de la llegada a la luna es fidedigna. Pero, también tenemos una hipótesis alternativa, la cual postula que todo se trató de un gigantesco fraude. De hecho, ésa no es la única hipótesis alternativa posible. Quizás los astronautas no llegaron realmente a la luna, sino al planeta Marte, pero a su llegada, se enfrentaron con unos extraterrestres. Puesto que hubo una batalla terrible entre terrícolas y extraterrestres, las autoridades norteamericanas prefirieron ocultar esto para no generar temor en la población mundial, e informaron que los astronautas habían llegado a la luna.

¿Cuál hipótesis es la más plausible? Cualquiera que sea nuestra elección, debemos hacer nuestro juicio a partir de una observación. Por ello, debemos plantearnos la pregunta: frente a un conjunto de datos observados, ¿cuál es la hipótesis que mejor los explica?

Pues bien, ante una situación como ésta, debemos empezar por admitir que no tendremos plena certeza. Aun si, como debemos, seleccionamos la hipótesis de que, efectivamente el hombre llegó a la luna, no podremos estar absolutamente seguros de que nuestra selección está libre de error. Si bien es más racional pensar que, en efecto, el hombre llegó a la luna, no es imposible que todo se haya tratado de un montaje televisivo, o de que los astronautas en realidad llegaron a Marte y tuvieron una terrible batalla con los marcianos.

Debemos conformarnos con hacer una inferencia que mejor explique los hechos observados. De forma general, las mejores explicaciones son aquellas que no multiplican las entidades más allá de su necesidad. En otras palabras, la mejor explicación es aquella que, en igualdad de condiciones, resulta ser la más simple. Tras observar los hechos (la transmisión televisiva, el testimonio de miles de personas que participaron en el proyecto de la misión de exploración, la existencia de las naves espaciales, etc.), la explicación más simple es que, en efecto, el hombre llegó a la luna. Si postulamos que todo se trató de un montaje televisivo, estaríamos seleccionando una alternativa mucho más compleja, sin necesidad de ello. La hipótesis de que el hombre llegó a la luna encaja con los hechos tanto como la hipótesis de que todo se trató de un montaje televisivo. Puesto que ambas hipótesis tienen igualdad de condiciones, entonces será preferible la más simple. Y, en este caso, la hipótesis de que todo se trató de un montaje televisivo es la menos simple: imaginemos la magnitud de la conspiración necesaria para llevar a cabo semejante fraude.

Por supuesto, vale insistir en que esta regla es aplicable sólo cuando las hipótesis a considerar están en igualdad de condiciones. Si hay un elemento de peso que alguna de las hipótesis no logra explicar, entonces ésta debe ser desechada. Por ejemplo, si en la transmisión de la llegada a la luna, hubiera aparecido un camarógrafo sin casco de astronauta, entonces habría que considerar seriamente la posibilidad del fraude, pues ese elemento no se ajustaría a la hipótesis de que el hombre realmente llegó a la luna. Pero, de nuevo, en igualdad de condiciones, la hipótesis más probable será la más simple.

Este principio es aplicable a las teorías sobre conspiraciones que tanto abundan en el mundo. Pero, también es extensible a los asuntos de la religión. Si la ciencia logra explicar perfectamente bien el funcionamiento del mundo, no parece haber necesidad de postular la existencia de entidades sobrenaturales. Podemos postular la hipótesis de que, si bien el trueno es un fenómeno meteorológico, detrás de él está la voluntad de Thor (el dios del trueno en la mitología germana). Quizás Thor sí está detrás del trueno, pero desde un punto de vista lógico, no hay necesidad de postular su existencia. La explicación de la meteorología es suficiente para entender cómo ocurre el trueno. Postular la existencia de Thor es innecesario. Así pues, la parsimonia es muy valiosa en la filosofía. Para conservar una mínima garantía de acercarnos a la verdad, conviene aceptar las explicaciones más parsimoniosas.

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