sábado, 1 de enero de 2011

25. ¿Cómo debemos tratar a los animales?





No es necesario ahondar demasiado como para darse cuenta de que la mayoría de los animales están a nuestro servicio. Unos nos ofrecen carne; otros nos ofrecen productos alimenticios derivados; otros sirven de bestias de cargas; otros sirven para llevar a cabo experimentos científicos; y aún otros nos sirven de compañía. De hecho, nuestra relación con los animales es similar a la de un amo y un esclavo: la mayoría de las sociedades acepta que una persona puede ser dueña de animales, y la mayoría de las veces, tiene todo tipo de derechos sobre ellos, incluso, el derecho a darle muerte.

Pero, ya es hora de replantearse nuestra relación con los animales. Así como tenemos una obligación ética de ofrecer buenos tratos a los seres humanos, quizás también tengamos una obligación ética de ofrecer un mejor trato a los animales. Algunas personas opinan que los animales son meros objetos que, lo mismo que un automóvil o una roca, no merecen un trato especial. Sería absurdo que alguien proteste cuando un automóvil es abandonado en un basurero de chatarra. Después de todo, el automóvil es un objeto inanimado que no merece consideraciones éticas de nuestra parte. Pues bien, algunas personas opinan que lo mismo debe aplicarse a los animales. Si bien los animales son seres vivos, carecen de emociones y raciocinio, como para que nosotros dirijamos nuestras preocupaciones éticas hacia ellos.

No obstante, debemos considerar la posibilidad de que los animales sí tienen sentimientos, y por ende, tienen la capacidad de sentir dolor y placer. Es sabido que nunca se podrá sentir el dolor (o placer) de otra persona directamente. Inferimos que un niño sufre porque llora, a pesar de que, en realidad, no sabemos con plenitud de certeza si el niño realmente sufre, pues no tenemos acceso directo a sus sentimientos. Puesto que, cuando nosotros sufrimos, lloramos, entonces podemos inferir que, cuando los demás lloran, sufren.

Pues bien, no parece haber motivo para no extender esta consideración a los animales. En nuestro caso, las sensaciones de dolor y placer proceden del sistema nervioso. En ese sentido, parece razonable postular que todo organismo que cuente con un sistema nervioso tiene la capacidad de sentir dolor o placer. Los alaridos de un perro herido son suficientes como para inferir que ese perro atraviesa un inmenso dolor.

De esa manera, al admitir que los animales sí son capaces de sentir dolor, entonces ya estamos más cerca de concluir que tenemos una obligación ética con ellos. Pues, si asociamos lo bueno con la mitigación del dolor y el aumento del placer, entonces tenemos la obligación moral de mitigar el dolor de los seres que sufren.

No parece haber buenos argumentos para sostener que sólo tenemos la obligación de mitigar el dolor humano. En épocas pasadas, se pensaba que sólo teníamos la obligación ética de mitigar el dolor de una raza humana en especial. El extender nuestras preocupaciones éticas a toda la especie humana ha constituido un gran avance en el progreso moral de la humanidad. Pues bien, quizás no debamos conformarnos con extender nuestras preocupaciones sólo a miembros de nuestra especie. Así como antes fuimos culpables de racismo (al preocuparnos sólo por el bienestar de unas pocas razas humanas), quizás hoy somos culpables de ‘especiecismo’, la preocupación por el bienestar exclusivo de la especie humana.

No deja de ser cierto que, si bien los animales sí parecen tener capacidad para sufrir, no tienen raciocinio. Y, en tanto no tienen capacidad racional, no son dignos de derechos. Todo derecho viene acompañado de deberes, y en tanto los animales no tienen capacidad racional para cumplir responsabilidades, no pueden ser adjudicados con derechos. Pero, este argumento no es del todo aceptable. Pues, muchos seres humanos carecen de facultades racionales, y con todo, tienen derechos que les garantizan bienestar. Así como estamos dispuestos a tener consideraciones con un niño autista, quizás también debamos tenerlas con un chimpancé.

No es necesario llevar esto demasiado lejos. Si bien algunos filósofos estiman que no hay motivos para considerarnos más privilegiados que los animales, en realidad parece que tenemos una obligación de buscar el bienestar de nuestra especie por encima del bienestar de otras especies. Pero, al menos debemos empezar a considerar que, en tanto seres con la capacidad de gozar y sufrir, los animales merecen un trato mejor del que actualmente les ofrecemos.

Actividades en las cuales los animales son maltratados para el puro deleite del entretenimiento humano son claramente reprochables. Pero, hay otras situaciones que nos conducen e dilemas éticos. La experimentación científica con animales es quizás la más emblemática de estas situaciones. Conviene someter a prueba avances en medicina antes de aplicarlos a seres humanos. Los animales son los candidatos más propicios para ello. Pero, en la experimentación, la mayoría de los animales sufren. Nos corresponde, entonces, evaluar si tenemos una justificación moral para hacer sufrir a los animales, con el fin mayor de beneficiar a la especie humana. Probablemente sí tengamos una justificación para hacer sufrir a un chimpancé, a fin de poner a prueba alguna vacuna o medicina contra un virus letal en la especie humana.

Pero, debemos evaluar también si muchos productos vanidosos de origen animal (los perfumes, el cuero, etc.) justifican el sufrimiento de los animales. Y, si bien somos una especie omnívora (y, más aún, en la naturaleza predominan las relaciones de depredación entre especies) y no parece sensato imponer una restricción ética al consumo de carne, podemos al menos cuestionar las condiciones en las que muchos animales son retenidos antes de ser conducidos a los mataderos.

1 comentario:

  1. A mi parecer si es necesario imponer una restricción ética al consumo de carne, puesto que no es absolutamente necesario su consumo, podemos obtener casi todos los nutrientes de los vegetales, a excepción de la vitamina B12, y para eso esta el suplemento.

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