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No es extraño ver hoy en las sociedades industrializadas a parejas del mismo sexo besándose en público. Al contemplar una escena como ésa, algunas personas tratan de pasar de largo y asumir que es una conducta perfectamente normal. Pero, seamos sinceros: la actividad homosexual no deja de llamar la atención y generar debates, precisamente porque es anómala. Lo más probable es que, al contemplar a una pareja de homosexuales besándose, la mayoría de las personas se asombre; difícilmente semejante escena pasará desapercibida. Ello no implica inmediatamente que se trate de una actividad inmoral. Muchas cosas son anómalas, y no las consideramos inmorales: difícilmente pasará desapercibido un rubio de ojos azules en una aldea en Tanzania, pero no por ello el rubio en cuestión es inmoral.
Algunas personas son de la opinión de que la homosexualidad es inmoral porque atenta contra el orden natural de las cosas instituido por Dios. Bajo este criterio, Dios nos concedió los órganos reproductores con la finalidad de hacer un uso estrictamente dirigidos a la procreación. Cualquier otro uso (no sólo homosexual, sino también la masturbación, el sexo anal y oral heterosexual, etc.) iría en contra del derecho natural establecido, y por ende, sería inmoral. Otras personas se han hecho eco de este argumento, pero dejan de lado a Dios. Según este criterio, existe un orden natural de las cosas (independientemente de si Dios éste procede de Dios o no), y cualquier violación a este orden natural sería inmoral. La homosexualidad, supuestamente, se aparta de lo natural, y por ende, es inmoral.
Este razonamiento merece varias críticas. En primer lugar, si acaso Dios existe e impuso un orden natural de las cosas (cuestión que puede ser sujeta a debate), no es del todo claro que Dios nos haya concedido los órganos reproductores con la estricta intención de emplearlos con propósitos reproductivos. Si así fuese, la actividad sexual de las personas estériles sería inmoral, pero esto parece absurdo.
Tampoco resulta muy claro que la homosexualidad sea una aberración de la naturaleza. Ciertamente se aparta de lo normal, pero no por ello los actos homosexuales van en contra de lo naturalmente establecido. El privilegio de la mano izquierda es anómalo, pero no por ello es una aberración de la naturaleza. De la misma manera, hay amplio espacio para aceptar que la homosexualidad es anómala, pero no aberrante.
De hecho, contrario a lo que mucha gente ha creído, la homosexualidad es bastante frecuente en el mundo animal. Los chimpancés son bastante conocidos por sus actividades homosexuales, pero no son los únicos: las jirafas, los leones, las ovejas, y muchas otras especies mamíferas exhiben conductas homosexuales.
Cada vez hay más indicios de que las preferencias homosexuales están inscritas en el código genético de las personas. Si esto efectivamente es así, la homosexualidad no sería una mera elección, sino una característica intrínseca, y por ende, constitutiva de la naturaleza de las personas. En este sentido, la homosexualidad no se desviaría de la ley natural; antes bien, formaría parte de ella.
Hay algún espacio para dudar de que haya una base genética para la homosexualidad, pues ésta no tendría ninguna ventaja adaptativa en la selección natural. Un homosexual no podría transmitir sus genes homosexuales a su descendencia, precisamente porque, en tanto homosexual, no tendría descendencia. Pero, es bastante plausible que los genes que codifiquen preferencias homosexuales no desplacen a las preferencias heterosexuales; en otras palabras, quienes porten estos genes podrían ser perfectamente bisexuales, y de esa manera, esos genes podrían transmitirse a la descendencia.
O, si no, quizás la homosexualidad sea debida a un virus contraído en la infancia. Si bien esta teoría puede resultar extravagante, no es descabellada: sabemos que muchos virus afectan la conducta de las personas. Y, la homosexualidad suele ocurrir en condiciones en las que los virus operan con mayor facilidad: altas densidades de población, zonas en contacto con animales, etc. Los orígenes de la homosexualidad parecen ser demasiado complejos. Pero, sería prudente admitir que hay un componente biológico en la preferencia homosexual, y en ese caso, ya no se trataría de una actividad anti natura.
En todo caso, también hay espacio para disputar que un acto sea inmoral por el mero hecho de que atenta contra la ley natural. En la naturaleza ocurren todo tipo de fenómenos que difícilmente aceptaríamos como morales. El infanticidio, por ejemplo, es muy común en un gran número de especies. También lo es la violación. De hecho, estas conductas tienen una gran ventaja adaptativa: en la medida en que un macho mata a la cría de su rival sexual, y obliga a las hembras a tener relaciones sexuales, incrementa su oportunidad de transmitir sus genes.
Esto es indicativo de que lo moral no puede ser definido a partir de aquello que ocurre en la naturaleza. De hecho, algunos filósofos han opinado que los hechos morales nunca podrán ser reducidos a los hechos del mundo. La moral, según este criterio, es prescriptiva, y una descripción del mundo nunca será suficiente para ilustrarnos respecto a cómo debemos vivir. Por ello, las estadísticas sobre la actividad homosexual son irrelevantes respecto a su valor moral.
Quizás estos filósofos van demasiado lejos. Probablemente la moral sí reposa sobre alguna descripción del mundo. Pero, al menos sí tienen razón en aseverar que, el hecho de que la homosexualidad ocurra o no en la naturaleza, es irrelevante respecto a su valor moral. Resulta prudente definir como ‘moral’ aquello que genere satisfacción y placer. La homosexualidad, parece, no perjudica a nadie, y quienes la practican la disfrutan. Eso debería ser motivo suficiente como para sostener, entonces, que la homosexualidad no es inmoral.
Creo que en este texto, resalta como claro que lo moral tiene que ser definido en líneas que sean más seguras de lo que bien planteas no son cosas muy fuertes en qué basarlas. Es decir, la biología, la teología, la religión misma, o aún la psicología, no me parece que sean lo que debe basar a la moral. ¿Entonces? Una idea que se me ocurre, y sospecho no debe ser original, es que, si la moral se relaciona con la voluntad (por decirlo algún modo, esta llamada a regir lo desiderativo) pues eso mismo desiderativo podría y debería regirla. Somos lo que somos porque queremos serlo, y queremos para nuestros hijos las conductas que deseamos como buenas en nosotros. Es verdad que es una autorreferencia, una de esas cosas que los lógicos detestan, porque es una recurrencia infinita, un “círculo” (= ‘lo que queremos’ afirma la moral, y la moral afirma ‘lo que queremos’, abrazo de chivato a chivato entre ambas cosas, se pagan y se dan el vuelto, como dirían maracuchos). Pero a mi no me parece tan malo. Esto del círculo o de la autorreferencia (“Yo garantizo que Gabriel dice la verdad” “¿Y quién lo garantiza a usted?” “Gabriel me garantiza”) sirve en ética y relaciones humanas (todos nos apoyamos en todos, la autorreferencia que he ejemplificado con dos sujetos, en realidad se da referida mediatamente a miles de sujetos, como en el caso del sentido común, que si a ver vamos, es simplemente el prejuicio sumado de la inmensa mayoría en casi todo el tiempo de su existencia). Todos somos referencia de todos, apoyo de todos, enemigos de todos; todos estamos relacionados con todos. Esto lo decía un poco la religión, pero como “Dios no existe”, entonces no se podía creer académicamente en ello. Ahora, que la ciencia física nos dice que todos estamos relacionados con todos, entonces ya ese prejuicio-creencia recibió su nihil obstat académico y podemos creer en eso aunque no lo comprendamos: igual, antes descreíamos de eso sin comprenderlo tampoco. Pero en fin, yendo al asunto, una moral fundada sobre lo desiderativo, creo que es suficiente. Pero se necesita criterio para afirmarla (o sea, voluntad en acción. Todo esto suena bien voluntarista, terminé abogando por una cosa que ni me imaginé podía ser la salida de eso, y que no precisamente me gusta del todo, pero así nos lleva la verdad por vericuetos). Yo creo, sin embargo, que hace falta un tertium quid, una otra cosa para apoyar todo esto. No todo puede ser voluntad y querer. ¿Cómo se qué querer? ¿Cómo se que lo que quiero es deseable? Ah, dos preguntas para trabajar.
ResponderEliminarCreo que en este texto, resalta como claro que lo moral tiene que ser definido en líneas que sean más seguras de lo que bien planteas no son cosas muy fuertes en qué basarlas. Es decir, la biología, la teología, la religión misma, o aún la psicología, no me parece que sean lo que debe basar a la moral. ¿Entonces? Una idea que se me ocurre, y sospecho no debe ser original, es que, si la moral se relaciona con la voluntad (por decirlo algún modo, esta llamada a regir lo desiderativo) pues eso mismo desiderativo podría y debería regirla. Somos lo que somos porque queremos serlo, y queremos para nuestros hijos las conductas que deseamos como buenas en nosotros. Es verdad que es una autorreferencia, una de esas cosas que los lógicos detestan, porque es una recurrencia infinita, un “círculo” (= ‘lo que queremos’ afirma la moral, y la moral afirma ‘lo que queremos’, abrazo de chivato a chivato entre ambas cosas, se pagan y se dan el vuelto, como dirían maracuchos). Pero a mi no me parece tan malo. Esto del círculo o de la autorreferencia (“Yo garantizo que Gabriel dice la verdad” “¿Y quién lo garantiza a usted?” “Gabriel me garantiza”) sirve en ética y relaciones humanas (todos nos apoyamos en todos, la autorreferencia que he ejemplificado con dos sujetos, en realidad se da referida mediatamente a miles de sujetos, como en el caso del sentido común, que si a ver vamos, es simplemente el prejuicio sumado de la inmensa mayoría en casi todo el tiempo de su existencia). Todos somos referencia de todos, apoyo de todos, enemigos de todos; todos estamos relacionados con todos. Esto lo decía un poco la religión, pero como “Dios no existe”, entonces no se podía creer académicamente en ello. Ahora, que la ciencia física nos dice que todos estamos relacionados con todos, entonces ya ese prejuicio-creencia recibió su nihil obstat académico y podemos creer en eso aunque no lo comprendamos: igual, antes descreíamos de eso sin comprenderlo tampoco. Pero en fin, yendo al asunto, una moral fundada sobre lo desiderativo, creo que es suficiente. Pero se necesita criterio para afirmarla (o sea, voluntad en acción. Todo esto suena bien voluntarista, terminé abogando por una cosa que ni me imaginé podía ser la salida de eso, y que no precisamente me gusta del todo, pero así nos lleva la verdad por vericuetos). Yo creo, sin embargo, que hace falta un tertium quid, una otra cosa para apoyar todo esto. No todo puede ser voluntad y querer. ¿Cómo se qué querer? ¿Cómo se que lo que quiero es deseable? Ah, dos preguntas para trabajar.
ResponderEliminarGracias por participar. No sé bien a qué se refiere exactamente una "moral basada en lo desiderativo", pero supongo que querrá decir que, bajo este criterio, lo bueno está constituido por todo aquello que deseamos para nosotros. No estoy muy seguro de que eso sea un buen criterio: alguna gente querrá un mundo sin gente negra, pero ese mundo sería claramente inmoral.
ResponderEliminarEn la relatividad espiritual toda opinión o visión sobre una determinada conducta, actitud o comportamiento se puede apreciar desde distintos puntos de vista. Por ej. para los homosexuales no es inmoral su comportamiento, mientras que para muchos heterosexuales si lo es; o para los zoofilicos tampoco representa un inmoralidad su accionar porque siempre podrá ser justificado por ellos mismos, y así sucesivamente, lo importante no es la opinión relativa de alguien, si no el juicio absoluto de Dios sobre estos temas-
ResponderEliminarDudo mucho que Dios exista. Y, en todo caso, aun si existiera, ¿cómo sé cuál es el juicio absoluto de Dios?
EliminarSolo una pregunta ¿Si Dios quería que los hombres solo usarán el ano para defecar, por qué puso ahí el punto máximo de placer masculino, para sentir placer al cagar?
ResponderEliminarLa voluntad de Dios se conoce a través del reconocimiento de las ideas de arquetipos que han tenido los hombres a través de la historia; aquellas conductas que se pueden hacer leyes universales son la voluntad de Dios. La conducta y promoción de la homosexualidad es inmoral porque, entre otras cosas, si se hiciera ley universal se suprimiría la vida.
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