jueves, 23 de diciembre de 2010

14. ¿Qué se siente ser un murciélago?




A no ser que seas evangélico o musulmán, seguramente alguna vez te has emborrachado en tu vida. Observas el mundo un poco más lento, tus sensaciones ya no son las mismas, sientes mareos, y si de verdad has bebido mucho, incluso puedes empezar a decir disparates y tonterías. Sin duda, el consumo de alcohol altera dramáticamente las facultades mentales.
La explicación para esto es sencilla. Las bebidas alcohólicas tienen algunos componentes químicos que afectan el funcionamiento de las neuronas. Cuando bebes, la cerveza sube a la cabeza. En efecto, la ingesta de alcohol tiene un efecto casi inmediato sobre el cerebro y el sistema nervioso, y eso termina por alterar tu capacidad cognitiva y motora.
Por supuesto, el alcohol no es la única forma de alterar las neuronas. Un golpe fuerte en el cerebro te puede provocar amnesia. El Alzheimer es una enfermedad en la cual las neuronas se van degenerando, y el paciente va perdiendo casi todas sus facultades mentales. Incluso, hubo un trabajador ferroviario que tuvo un terrible accidente: le atravesaron parte del cerebro con un tubo, pero sorprendentemente, pareció resultar ileso. No obstante, al poco tiempo, este trabajador cambió radicalmente su personalidad: antes era una persona muy afable y colaboradora, después del accidente se convirtió en una persona perezosa y agresiva.
Todo esto parece indicar que la mente es lo mismo que el cerebro. Cada evento mental parece corresponderse con un evento cerebral. Cuando pensamos en una montaña, las neuronas se organizan de una manera; cuando deseamos comer un helado, las neuronas se organizan de otra manera. Los científicos no han hecho aún un mapa exhaustivo de la organización neuronal, pero sí han logrado correlacionar algunas zonas del cerebro con algunos tipos de sensaciones.
Pero, quizás la mente no sea propiamente idéntica al cerebro. Ciertamente la mente depende del cerebro, pero quizás sea algo más que meramente un conjunto de neuronas disparándose. De hecho, no parece que una plena descripción del comportamiento neuronal sea suficiente para poder inferir qué está pensando una persona. Pareciera que la mente tiene un añadido subjetivo al cual no puede accederse mediante descripciones científicas.
Pensemos en qué se siente ser un murciélago. Sabemos que los murciélagos no se guían por el sentido de la vista, sino por el oído. Emiten sonidos, y éstos, al rebotar en las paredes, generan ondas que permiten a los murciélagos ubicarse en el espacio. Gracias a esta explicación, entendemos cómo se mueven los murciélagos. Pero, ¿podemos realmente sentir lo que siente un murciélago cuando se mueve de esa manera? Pareciera que no. El ser murciélago lleva consigo un añadido subjetivo al cual no tenemos acceso. Sólo el murciélago sabe lo que se siente ser murciélago. Podemos comprender perfectamente el funcionamiento del sistema nervioso del murciélago, pero eso no es suficiente como para poder conocer su experiencia mental. Por ello, quizás parte de la experiencia mental de ser murciélago no está inscrita en la organización del cerebro.
También podemos pensar en una mujer muy talentosa que vive encerrada en un mundo de colores blanco, negro y tonalidades de gris. Esta mujer es una erudita, y conoce gracias a la lectura de libros todo lo que se puede conocer sobre el funcionamiento de la vista y las cualidades físicas del color. Un buen día ella sale de ese mundo de blanco y negro, y experimenta por primera vez el color. ¿Habrá experimentado algo nuevo?
Todo pareciera indicar que, en efecto, al salir al mundo en color, sí habrá experimentado algo nuevo, a pesar de que ella tenía conocimiento exhaustivo respecto a los procesos físicos que rigen la percepción del color. De nuevo, esto parece indicativo de que la experiencia mental no es reducible al cerebro. Podemos conocer exhaustivamente cómo se comportan las neuronas en una situación determinada, pero eso no es suficiente como para realmente saber cómo se vive esa experiencia. Ese añadido de la experiencia mental es alguna propiedad no física, la cual hace posible a la subjetividad. Gracias a ello, la mente es una experiencia privada al cual las otras personas no parecen tener acceso directo, ni siquiera si conocen exhaustivamente el comportamiento de las neuronas.
Pero, en todo esto, hay espacio para la duda. Quizás la mujer que vivía en un mundo de blanco y negro pero que conocía todos los procesos físicos sobre el color, no experimentó nada nuevo cuando salió al mundo de colores. Si realmente conocía exhaustivamente todo lo que se puede conocer teóricamente sobre los procesos físicos que gobiernan el color, entonces esa mujer ya conocía lo que se siente ver el color.
Lo mismo aplica al murciélago. Si realmente alcanzáremos un conocimiento exhaustivo sobre el funcionamiento del sistema nervioso del murciélago, entonces sabremos qué se siente ser un murciélago. Bajo esta perspectiva, la mente no es una experiencia subjetiva al cual las otras personas no tienen acceso: una descripción exhaustiva de las neuronas de una persona sería suficiente como para saber qué está pensando. Como muchas otras preguntas filosóficas, esto sigue siendo una cuestión muy debatida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario