miércoles, 29 de diciembre de 2010

23. ¿Cómo un objeto sigue siendo el mismo?




Cuenta una antigua leyenda que, tras una heroica hazaña, un guerrero regresó a su patria. En honor a la hazaña, sus compatriotas decidieron conservar en el muelle el barco en el cual regresó. Algunas generaciones pasaron y el banco se mantuvo intacto. Pero, con el paso del tiempo, sus piezas se empezaron a deteriorar. Para enfrentar este problema, quienes se encargaban de mantener el barco decidieron sustituir algunas piezas. La sustitución de las piezas fue muy gradual. El primer año se sustituyó parte de la proa. El siguiente año, se sustituyeron algunos remos. Luego, parte de la popa. Y así sucesivamente.

Llegó un momento, no obstante, en que todas las piezas del barco habían sido sustituidas. Los habitantes de aquel país no tenían problema en asumir que ellos conservaban el barco original de su héroe guerrero, pero algunas personas de mente inquieta razonaban que, si el barco en cuestión no tenía ya ninguna de las piezas originales, entonces ya no era el barco en el cual regresó su héroe guerrero.

Esta cuestión nos lleva a preguntar: ¿cómo un objeto sigue siendo el mismo? La intuición más común es aceptar que el barco sigue siendo el mismo, siempre y cuando se cumplan algunas condiciones. De forma general, puede apelarse a la conservación de la forma: aun si la totalidad de las piezas originales han sido reemplazadas, el barco podrá seguir siendo el mismo si las nuevas piezas están organizadas de manera tal que se conserve la forma del barco.

El barco tiene una forma en particular, definida por su dimensión, su diseño, la organización de sus partes, etc. Si, en el reemplazo de las partes, se conservan los mismos atributos que sirven como definitorios de la forma, entonces, podríamos afirmar que sigue siendo el mismo barco. Si, por el contrario, se conserva la materia, pero se altera la forma, entonces ya no podríamos afirmar que se trata del mismo barco. Por ejemplo, podría desmantelarse el barco, y con las mismas piezas, podría construirse una cabaña. Así, estaríamos en presencia de una cabaña hecha con las mismas piezas que constituían el barco original. ¿Sería esa cabaña idéntica al barco? Nos resulta obvio que no, y el criterio para esta respuesta es sencillo: si bien se conservó la materia, no se conservó la forma. La cabaña está hecha de las mismas piezas, pero están organizadas con otra forma.

No obstante, amerita cuestionarse si el barco podría resistir algunos cambios en su forma, y seguir siendo el mismo. Supongamos que al reemplazar la proa, la nueva pieza sea ligeramente más grande, y quizás su diseño sea ligeramente diferente al anterior. O, supongamos que, al reemplazar los remos, los nuevos remos cuentan con alguna decoración que los antiguos remos no tenían. ¿Seguiría siendo el mismo barco? Parece que sí: una pequeña alteración en el volumen de la proa, o en la decoración de los remos no sería suficiente como para aseverar que ya no estamos en presencia del mismo barco. Ciertamente éstas serían transformaciones en la forma del barco, pero no serían suficientes para alterar su identidad.

Pero, ¿qué ocurre cuando estas transformaciones formales se acumulan? Supongamos que cada vez que se reemplaza una pieza, se implanta una nueva pieza con una forma ligeramente diferente en forma a la anterior. Esto podría propiciar que, con estas transformaciones, eventualmente el barco en cuestión cambie significativamente su aspecto. Si bien muchos cambios formales no parecen ser suficientes como para alterar la identidad del barco, la acumulación de esos cambios sí parece ser suficiente como para alterar su identidad. Pero, la dificultad surge cuando intentamos señalar en qué momento preciso el barco en cuestión dejó de existir y se convirtió en otro barco.

Una leve transformación de forma no altera la identidad del barco; pero diez millones de transformaciones de forma (aun si son leves) sí podrían alterar la identidad del barco. Pero, si una leve transformación de forma no altera la identidad, entonces dos transformaciones leves tampoco alterarán la identidad. Tampoco tres, o cuatro… y así hasta las diez millones de transformaciones. Con todo, es absurdo pensar que diez millones de transformaciones de forma no podrían alterar la identidad del barco.

Además, no es del todo seguro que el conservar la forma garantice la continuidad de la existencia del mismo barco. Supongamos que, a medida que se van reemplazando las piezas originales del barco, algún capitán fuera almacenando las antiguas piezas en un galpón. Y, una vez que todas las piezas originales del barco fueran reemplazadas, el capitán decide ensamblar las piezas originales en exactamente la misma forma que el barco original. Así, habría dos barcos: uno con las piezas modificadas gradualmente y sin alterar la forma del barco; otro con las piezas originales organizadas en la misma forma del barco. ¿Cuál de los dos sería el barco original?

Hasta ahora, habríamos admitido que el barco con las piezas reemplazadas podría seguir siendo el barco original. Pero, ahora estaríamos en presencia de un barco con la misma materia y la misma forma que el barco original. Ambos no pueden ser el barco original. Cualquier respuesta que intente ofrecerse a estos enigmas será sólo tentativa. El problema de la identidad y el cambio sigue siendo bastante misterioso entre filósofos.

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