viernes, 17 de diciembre de 2010

7. ¿Somos libres?



Parece bastante obvio. Si vas a un restaurante, y el camarero te ofrece dos opciones, pollo o pescado, tienes plena libertad de elegir entre ellas. Y, esto ocurre así no sólo con las preferencias gastronómicas, sino con casi todas las decisiones de nuestras vidas. Sentimos que nuestro destino está en nuestras manos. Pero, quizás sea necesario reconsiderar esto.
Nuestras decisiones son eventos mentales. Y, según parece, cada vez hay más indicios de que los eventos mentales se corresponden con una manera específica de organización en el cerebro. Cuando eliges pescado en el restaurante, tus neuronas se organizan de una manera; cuando eliges pollo, tus neuronas se organizan de otra. Eso parece ocurrir con todas las decisiones que tomamos.
Ahora bien, nuestras neuronas están compuestas de átomos, y en cuanto tal, son objetos materiales. Y, según parece, los objetos materiales están sujetos a unas leyes físicas que operan bajo una regularidad; en otras palabras, todos los eventos físicos, incluyendo a los movimientos de tus neuronas, obedecen a unas causas determinadas. De la misma manera en que el objeto se viene al suelo como consecuencia de haberlo soltado en el aire, y dada la ley de la gravedad ésa es la única manera en que pudo haber ocurrido; así también cada evento mental tiene una causa que propicia que ésa sea la única manera en que pudo haber ocurrido. Así, cuando elegiste comer pescado, en realidad esa elección fue causada por la organización de tus neuronas. Y, a su vez, esa organización de tus neuronas fue causada por otro evento físico, y éste por otro, y así sucesivamente. Si esto es así, entonces pareciera que desde los inicios del universo con el Big Bang hace unos 13 mil millones de años, todo cuanto ha ocurrido ya está determinado por las leyes de la física. De hecho, quizás si un demonio pudiese conocer exhaustivamente la ubicación y el movimiento de todos los átomos en el universo, sería capaz de predecir todos los eventos futuros.
Parece, entonces, que todos los eventos de nuestras vidas ya están determinados. Puesto que estamos sujetos a leyes de causalidad, no parece que aquello que ha ocurrido pudo haber sido de otra manera. Pero, si esto es así, entonces ¿qué queda de nuestra libertad?
Algunos filósofos tragan grueso y asumen que, en efecto, no somos libres. Es evidente que el universo es determinista, y eso incluye a nuestras decisiones. A su juicio, puesto que ya nuestras decisiones están determinadas, no podemos considerarnos libres. Para ellos, el libre albedrío es una de las más grandes ilusiones cultivadas por los seres humanos. Quizás estos filósofos tengan razón, pero parece ser un trago demasiado fuerte: tenemos muy presente la intuición de que somos libres.
Otros filósofos opinan distinto. Es cierto, sostienen estos filósofos, que muchos eventos en el universo parecen determinados en tanto obedecen a leyes causales. Pero, el ser humano es distinto al resto de las cosas, y en ese sentido, no estamos determinados. Ahora bien, esto amerita preguntar por qué nosotros seríamos la excepción a la determinación causal.
Algunos filósofos opinan que nosotros no estamos determinados porque tenemos alma, y en ese sentido, conservamos nuestra libertad. Según esta opinión, nuestras decisiones en realidad proceden de una sustancia inmaterial que, en cuanto tal, no está sujeta a las leyes de la física. No obstante, resulta muy extraño concebir cómo una sustancia inmaterial puede interactuar con la materia.
Otros filósofos opinan que no estamos determinados porque es falso que el universo esté determinado, y por ende, somos libres. Algunos experimentos en física han revelado que, en efecto, ciertos fenómenos pueden ocurrir espontáneamente (es decir, sin causa alguna), y su comportamiento no está regido por la causalidad, sino por el azar. Pero, en realidad, esto ocurre sólo a nivel subatómico. Y, aun en caso de que, en efecto, no fuese la causalidad, sino el azar, lo que rige el comportamiento de los eventos en el universo, resulta muy dudosa que eso permita salvaguardar nuestra libertad. Pues, en ese caso, nuestras decisiones estarían abandonadas al azar, y el azar es muy distinto a la libertad.
Por último, aún otros filósofos opinan que estamos determinados y que, a la vez, somos libres. Estos filósofos recomiendan entender ‘libertad’, no en el sentido de que nuestras decisiones pudieron haber sido distintas de las que fueron, sino en el sentido de que ningún agente foráneo ejerce coerción sobre nuestras decisiones. Así, en opinión de estos filósofos, estuviste determinado a escoger pollo en el restaurante, pero puesto que nadie te apuntó con una pistola para obligarte a comer pollo, puedes considerarte ‘libre’.
Esta alternativa tiene su atractivo, pero al final, parece ser un juego de palabras: no hace más que redefinir la palabra ‘libertad’ para salvaguardarla frente al determinismo. Al final, todas estas posturas presentan problemas serios. Por ello, la cuestión de la libertad frente al determinismo es uno de los problemas más duros en filosofía, y nadie puede pretender ofrecer una respuesta definitiva al respecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario